domingo, 22 de noviembre de 2009

¿ES VIABLE EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA CIENCIA?

Lo que podríamos llamar “relativismo cognitivo” es la concepción -u opinión- de que la realidad y la verdad se reducen a una mera cuestión subjetiva. Más precisamente, que el valor de verdad de los enunciados que se refieren a la realidad depende de quien los enuncia. Tenemos así dos conceptos a considerar: realidad y verdad. En la presente reflexión adoptamos el supuesto de que la realidad existe independientemente del hecho que la conozcamos o no. No es verdadera ni falsa, simplemente es, -verdad y falsedad se predican de proposiciones, no de entidades reales-.

En cuanto a la verdad, vale la pena recordar que ésta se encuentra en el nivel gnoseológico , y su análisis depende de la postura que adoptemos al momento de indagar si podemos conocer algo y de qué modo podemos hacerlo. Existen quienes afirman que la verdad es lo que cada cual cree que es, de modo que mi verdad es la mía y tu verdad es la tuya. Lo que yo pienso es mi verdad y lo que tú piensas es la tuya, la verdad objetiva no existe, sino que depende de la “óptica” o del “punto de vista” de cada uno. Esto indica facilismo, pereza intelectual y además pone en evidencia una postura que paraliza el debate serio y el intercambio de ideas. De acuerdo con tal postura, existirían tantas físicas como concepciones -individuales o de grupos de individuos- de la Física, (por dar un ejemplo). Además, no creo que Galileo, Newton, Einstein, Bohr, y otros pensadores notables estrujaron sus cerebros nada mas que para encontrar sus “propias” verdades. ¿Será que estaban convencidos de que los resultados de sus investigaciones producirían verdades sólo para ellos? .Honestamente, no lo creo así. La historia muestra que los científicos pretenden que los resultados de la investigación se organicen en sistemas llamados teorías objetivas -tanto como sea posible-, es decir, independientes de los gustos, preferencias o caprichos de nadie. Es cierto que existen teorías que rivalizan en cuanto a la descripción de determinados sectores de la realidad, pero justamente lo hacen porque se intenta saber cuál de ellas se ajusta mejor a los hechos, es decir, esta “puja” entre teorías existe porque se supone que los hechos pueden describirse objetivamente. Si no fuera así, ¿qué sentido tendría la comparación de teorías rivales?, en todo caso, se aceptaría cada una con su propia descripción, y asunto terminado.

Una cosa es el relativismo y otra cosa es el perspectivismo, desde luego que hay una verdad, no es relativa, y si la verdad fuera que es relativa, entonces no sería relativa mas que al observador, pero sería concretamente relativa, por lo tanto sería una concreción exacta. Cuando algo es relativo hay que decir que si es relativo con respecto a qué. Yo soy de los que piensan como Ortega y Gasset, que todos tenemos razón desde el punto de vista que tenemos, al aprender comprendemos más y nuestro punto de vista se amplía. La verdad se consigue al sumar todos los puntos de vista particulares. Si uno dice que es relativa otro que no lo es, a lo mejor es que desde el punto de vista que están pensando tienen razón, en relación a lo que están pensando, en otros asuntos estarían equivocados.

Los realistas científicos no han eludido estos desafíos. Algunos han acusado a los relativistas de adoptar lo que viene a ser una posición de autocontradicción. Si, como se afirma, no hay nada que sea verdad, esta afirmación tampoco puede ser entonces verdadera. Los realistas han cuestionado también la filosofía del lenguaje latente detrás de la afirmación de Kuhn de que las sucesivas teorías científicas se refieren a diferentes entidades y fenómenos, manteniendo que el constructivismo social ha exagerado la influencia a largo plazo de los factores no cognitivos sobre la evolución de la ciencia. Pero el debate de si la ciencia es un proceso de descubrimiento o una invención es tan viejo como la historia de la ciencia y la filosofía, y no hay soluciones claras a la vista. Aquí, como en otras partes, los filósofos han tenido mucho más éxito en poner de manifiesto las dificultades que en resolverlas. Por suerte, una valoración de cómo la práctica científica resiste una explicación puede iluminar por sí misma la naturaleza de la ciencia.

En resumen, el relativismo cognitivo puede ser válido en el terreno del arte, tal vez la Teología, o cuando entran en juego convicciones religiosas, pero es erróneo afirmar que vale en el terreno de las Ciencias fácticas. La pretensión de objetividad está implícita en la actividad científica. De hecho, el investigador asume -aunque no siempre explícitamente- que el mundo existe de por sí, independientemente de nuestro conocimiento de él, que podemos conocerlo, al menos parcialmente y provisoriamente, y que los eventos son naturales y legales. Y por eso se empeña en tratar de conocerlo y averiguar como funciona. Y por eso existe la Ciencia. Y por eso existe la tecnología, fundada en aquella.

Protágoras decía el "hombre es la medida de todas las cosas", refiriéndose a la relatividad de las cosas con respecto al hombre, pero eso es lógico, siempre habrá un sistema de referencia. Seguramente existen distintas interpretaciones acerca de un mismo hecho, y todas la que se ajusten a la lógica y la comprobación empírica son viables, pero de eso no se sigue que la realidad dependa de las diversas tesis acerca de cómo es. La conozcamos o no, la realidad sigue siendo como es. Una cosa es la realidad y otra nuestro conocimiento de ella. Es muy frecuente actualmente confundirlos.




"Respecto de todas las ciencias, artes, habilidades y oficios vale la convicción de que para poseerlos se necesita un reiterado esfuerzo de aprendizaje y de ejercicio; y que, si bien todos tienen ojos y dedos, y se les proporciona cuero e instrumentos, no por ello están en condiciones de hacer zapatos. En lo referente a la filosofía, en cambio, parece ahora dominar el prejuicio de que cualquiera sabe inmediatamente filosofar y apreciar la filosofía porque para ellos posee la medida en su razón natural - como si cada uno no poseyera también en su pie la medida del zapato."

Hegel, Phänomenologie des Geistes,
p.54 (ed. Hoffmeister)